miércoles, 2 de febrero de 2011

Soledad

  Muchas veces, cuando nombras la soledad o dices -"Me gusta estar solo", la gente que te escucha (no la que te oye) lo asocia con algo malo. De repente piensan que no te gusta tener gente en tu vida o que eres un emo y que quieres sentirte desdichado o que directamente eres un misántropo.


  Pues no, hoy, en esta entrada, vengo a hablar de la soledad como algo bueno. No hablo de una ausencia total de gente siempre, solo hablo de esos pequeños o en ocasiones, largos paseos solitarios por la calle.    


  Ya sea de día o de noche, caminas solo, con o sin rumbo. Sin pensar en nada definido, las ideas nadan por tu cabeza, las cavilas un par de segundos y desaparecen relampagueantes de tu cabeza, dando lugar a otras, como rayos en una tormenta.


  Pensando en "mis cosas" (un tema amplísimo. Resultado de mucha información y poco tiempo para procesarla y sacar conclusiones, que en estos momentos de soledad resurge para reclamar su preciado lugar en las miras de mi razón), escuchando tan solo el agitante ruido de mis pasos, que viene siempre acompañado del roce de las perneras de mi pantalón, dando lugar a un ruido continuo y serpenteante. Es un ruido, que normalmente pasa desapercibido, pero en la penumbra silenciosa en la que se convierte mi municipio, ese ruido por lo general discreto, resulta pecadoramente desgarrador, anárquico, insultante.


  Esa marea de ruidos serpenteantes y cosas en las que pensar, está aliñada por la oscuridad de la noche, que le da un tono mas ameno no dejando translucir tanto las impurezas ni los colores naturales. Todo está bañado de negro y de escalas de amarillo, causadas por ese odioso color pollito incandescente de las farolas (por si no se nota, lo odio a muerte), que tiñe todo de un monótono y endeble color yema de huevo... dando una razón para admirar la belleza de las pocas estrellas visibles en ese cielo urbano (lleno hasta los topes de contaminación lumínica y de humo) o para ensimismarme en las pequeñas esquinas que quedan por pulir de mis pensamientos anteriormente en bruto, sin cavilar.


  Solo, en una noche fría. Yendo a casa y con ganas de venir a escribir. Esa soledad me ha dado tantas ideas, días de inspiración y resolución de problemas... Buceando entre recuerdos y experiencias, sin rumbo, solo una brújula para que no pierda el norte. Simples fantasías, pero que al fin y al cabo, ayudan en la realidad.


¿Que habría hecho yo sin Soledad?

1 comentario:

Unknown dijo...

Lo peor de esas luces es que son lo suficientemente intensas y luminosas como para jodernos la vista, pero justo en un punto (parece hecho a drede) en el que la escritura no es propensa ni cómoda.

Y sí, la soledad, en ocasiones, es necesaria. Y no son pocas.