jueves, 17 de febrero de 2011

Estudiar en tu casa y estudiar en la biblioteca. Busca las siete diferencias.

Era lunes, y las ganas de estudiar nulas. Un día, ya de por sí pesado, verdaderamente pesado. Quizá lo fue aún más tras un fin de semana de relax absoluto. El día venía marcado por algo: era San Valentín. Yo no celebraba nada, pero ese no es el tema (otro día puedo hablaros de lo que siento por esta clase de festividades). De hecho pasaría la tarde en la biblioteca estudiando para un examen de historia que tendría al día siguiente, una diversión cojonuda, lo sé. Además, tan solo me sabía un cuarto de lo que entraba, tirando por lo alto.

¿Por qué en la biblioteca y no en mi casa? Muy sencillo: en mi casa no logro concentrarme. "Pa' estudiar, como en la biblioteca, como en ningún sitio". Entre la constante deambulación de mi hermano por cada una de las habitaciones del adosado, el "Ricky haz esto" o el "Ricky haz lo otro" de mi madre, los ladridos, los llantos e incluso ambos juntos de mi perro... Soy capaz de despistarme hasta con las grietas que tratan de abrirse camino por la -durísima, claramente- pared. Así, decidido a encaminarme hacia la biblioteca del centro cultural -por llamarlo de alguna manera, digo yo- de mi pueblo, Adeje -el que pueda que lo deje y el que no que no se queje-, con Jose, mi coleguita.

A nuestra llegada, todo estaba aparentemente normal. Un tanto intranquilo, pero pasable. Pero, ¿cuál fue nuestra sorpresa al abrir la puerta del "santuario del sabio"? Un gentío bestial ocupando casi el número total de sillas y mesas y actuando, no en un escenario ni en ninguna sala de ensayo, sino en la propia biblioteca. De hecho, la gente hacía como si estudiara, entre un guirigay perfectamente disimulado gracias a los susurros y las vergonzosas -o a veces no tanto- risas que recorrían la sala. La expresión de mi cara cambió y expresaba algo así como "vaya tarde... si lo sabía, me quedaba en casa". Pero ya nos encontrábamos allí. Tenía que encontrar la fuerza de voluntad de no cagarme en nadie, además de encontrar un poder de concentración tal, que me ayudara a evadir la realidad y a posicionarme en la piel de los mismísimos personajes que protagonizaron los momentos históricos que en ese momento estudiaba: el imperialismo y la Primera Guerra Mundial. No son temas especialmente difíciles, pero con Máximo, ese profesor de historia tan tan "tontito", nada es sencillo -y en verdad es un beneficio en parte-.

Sin más, abro el libro, saco los apuntes, el boli y comienzo a empollar. Tan solo veía una cantidad ingente de letras formando palabras que a su vez formaban frases y oraciones, y así consecutivamente, las cuales no me decían absolutamente nada. Aún así, a duras penas pude memorizar y esquematizar algo.

Lo mejor estaba aún por llegar. A eso de las 18 horas se comienza a escuchar una canción a un volumen exageradamente alto. No provenía del interior de la sala, sino de la pequeña plaza que se encuentra paralela a la biblioteca, al exterior. Lo peor no es que sonara música, sino qué música sonaba: cumbia, bachata, merengue y salsa juntas (o no, ya que no las diferencio). Sí señores, allí me encontraba yo. En medio de una biblioteca convertida en discoteca similar al Achamán o cualquier "quinqui-latin-disco" (y no lo digo sólo por la música), intentando estudiar, o al menos llevar a cabo un amago de estudio.

Claro imbécil. Hay gente que celebra San Valentín. Existen. Los enamorados existen, independientemente de la edad que tengan. Intentad poneros en mi lugar: un chaval con un libro abierto de Historia del Mundo Contemporáneo, unos ocho mil papeles esparcidos por toda la mesa, sin tener ni puta idea del tema que estudiaba, mientras leía hazañas -por hacer algo, básicamente- de personajes como Schlieffen, Bismarck o Nicolás II con un chico enfrente con cara de "no entiendo una mierda, Ricky explícamelo" (sí Jose, lo sé, no entendías una mierda, pero yo me encontraba en el mismo estado), y, de fondo, cumbia y sus derivados estilos, un leve -y susurrado- alboroto que enerva casi más que uno con pretensiones estimadas. Mientras, por mi cabeza corría eso de "pa' estudiar, como en la biblioteca en ningún sitio". Me cagué en diez. Me cagué en mí mismo.

Fue, no obstante, al salir, tras haber logrado memorizar a duras -durísimas- penas el temario que debía saberme "de pe a pa", y al observar con cierto asco un tanto injusto el "concierto" que se celebraba al exterior, con un mínimo gentío pero un tedioso escándalo producido por las cancioncitas repetitivas y una variedad de edades que rondaba entre los que no llegaban a los quince y los que ya eran octogenarios, cuando verdaderamente me planteé cuán patéticamente somos capaces de llevar a cabo los planes en este mi país, España y, concretamente, en esta mi comunidad autónoma: Canarias. Huelga decir que plenos inútiles los hay en cualquier rincón del globo, aunque en el país donde Cervantes nació es, probablemente, donde más los hay por metro cuadrado. Quizá sea porque es el Estado que mejor conozco. Quizá me encuentre en lo cierto. Quizá no. Quizá sea el segundo. No lo sé. Pero, señores, pensemos: nos encontramos en una época donde los exámenes en los institutos pintan de rojo la plenitud de los calendarios escolares; tan solo hay una biblioteca en un radio de 7 kilómetros -tirando por lo bajo-, la única en Adeje; la docencia en la mayoría de los institutos no es del todo penosa, pero las facilidades de estudio son nulas y el individualismo y la autonomía juegan un papel casi principal, más aún en bachillerato; y, ¿ponen un concierto justo al lado de la biblioteca -rincón al que aún algunos recurren para cultivarse-? Después llegan las quejas y las comparaciones con otros sistemas educativos, nacionales e internacionales: "el mayor fracaso escolar de España" "la peor educación de Europa".

Sí, de acuerdo, es un poco drástico el tema de que por no tener parcimonia en un espacio donde teóricamente sí debe haberla, seamos el tercer mundo europeo, o español en el caso de Canarias. Pero, hay que cuidar los pequeños detalles. Se debe empezar desde muy abajo si se quiere ciertamente progresar y mejorar. Quedan temas en el aire como pueden ser: ¿cuáles pueden ser las alternativas para gozar de una educación arquetipo? o ¿qué debemos hacer con los profesores carentes de profesionalidad?, entre otras. Quizá algún día las trate. Quizá.

3 comentarios:

CryptoQuid dijo...

Bueno, mi conclusion es que, no es tanto el hecho de que se produzcan esos sucesos lo grave. Lo realmente complicado del asunto son las razones por las que llegan a producirse...

Lo dejo ahi... jajaja

A mi no me hizo falta ir tan lejos para percatarme de que nuestro municipio tiene el master de las mierdas, con CUM LAUDE

Unknown dijo...

Una vez releído me di cuenta de que di a entender de que yo me percaté de que lo "patéticamente adejero" existe precisamente cuando huí de la biblioteca. Sin embargo, no era mi intención. De hecho, me di cuenta hace ya bastante tiempo y hay sucesos que lo corroboran xD.

Anónimo dijo...

Yo sólo señalo la sección de Astronomía y la que tiene al lado, Ciencias Ocultas (inserte tono ridiculizante al mencionar la palabra "ciencias"), para dejar clara la calidad de este municipio en lo que a cultura se refiere. Échenle un vistazo la próxima vez y sabrán a qué me refiero.