viernes, 4 de mayo de 2012

Ángel negro

Abrió de nuevo los ojos tras respirar varias veces y le pareció que le pesaban los párpados, como si se estuviera levantando a sí mismo con ellos. El sudor frío le resbalaba por la frente y se le metía como el ácido en las agrietadas comisuras de la boca, mientras sostenía un bolígrafo y miraba fijamente el papel amarillento, pero sin escribir, que tenía delante; casi se sentía como si fuera a asesinar a alguien con aquel instrumento que servía para poco más que para escribir, y mal. Tragó saliva, que le pareció tragarse un mejunje espeso y gelatinoso, con un sabor salado. Se inclinó sobre la mesa y se sentó muy despacio en la silla que tenía detrás. Cerró los ojos de nuevo.