jueves, 18 de abril de 2013

Me muero por que cada segundo que paso junto a ti no muera


Me gustaría cogerla del brazo, no sé, y poder recitarle un poema de cosecha propia; bonito, profundo, "sin ti no soy nada, te quiero más que ayer y menos que mañana", por decirlo de alguna manera: a lo Bécquer. Pero puede que, después de tanto luchar, yo no sea de esos. Lo cierto es que soy más de los de: "Cariño, me encanta como me miras. Ojala pudiera meterme en tus ojos para no sentir que me caigo en ellos cada vez que intento mirar dentro de tu alma. Me encanta sentir tu calor en mi almohada, tu respiración profunda y tranquila en mi cuello cuando te duermes conmigo, abrazada. Adoro sentir el tacto de tu piel bajo mis dedos y recorrerte como si fueras un libro recién impreso intentando leer tus letras, aún tibias y húmedas; como si estuviera perdido y tu fueras el mapa que me guía de vuelta a casa. No hay otra cosa que me guste más que sentir tu calor cerca, la humedad de tus labios, el aroma delicado y a la vez denso y suave como una cortina de algodón agitada con una brisa de un domingo en una mañana de julio junto a la playa; me envuelve como una manta y hace que no necesite mas que el aire que te recorre y los besos que me brindas. Me encanta cuando me dices que estás gorda, o por la mañana cuando dices, despeinada y recién levantada, que estás horrible; me encanta porque tengo la oportunidad de decirte que sí, que estás horrible, horriblemente guapa. No hay nada que me guste más que el hecho de que hagas cada día especial, que no hay dos sonrisas iguales y sin embargo todas consiguen otra igual en mi cara; no hay nada que me guste más que me hagas darme cuenta de que te quiero, de que te necesito, que me encantas: y que te tengo". Y me gustaría decirlo una sola vez, una sola vez cada vez que me lo pidieras; pero las palabras con el tiempo pierden fuerza.. Las cosas siempre tienen que cambiar y tender a ir a más, decidir, moverse, adaptarse, morir, vivir, tocar, disfrutar, llorar, echar de menos, aprovechar que parpadeas para besarte. Decirte que te quiero cada vez que noto un silencio en el que, como me estoy buscando dentro de tus ojos, no se me ocurre nada. Propiciar roces fortuitos de mi cuerpo con el tuyo, porque nunca me canso; siempre tengo frío y tú me das calor. La vida es una tormenta y tú mi refugio en el que ni el tiempo pasa ni las ideas se desvanecen y en el que el aire siempre es fresco y puro. Me muero por morderte, por besarte, por abrazarte fuerte, por tocarte como si no hubiera un segundo que perder y como si fuera la primera vez que mis manos tocan algo. Me muero por que cada segundo junto a ti no muera.