viernes, 22 de octubre de 2010

Maldito corrupto.

Damas y caballeros, Ricky ha vuelto después de un mes sin internet (nunca se pasen a Vodafone). Vengo con algo sin demasiado mensaje, es algo más bien, por así decirlo, "Tarantiniano". Una historieta con insultos, sangre y espero que algo más profundo. En fin, sin andarme con ambages, aquí va:

Por allí salía él. Vestido, como no, de etiqueta, con su corbata y su traje gris más caro que mi coche (aunque no fuera muy complicado) y maquillado de mentiras y de hipocresía, como muchos que ocupan su vocación. Currículum inmaculado. Dos años más trabajando y tendría la posibilidad de no volver a una oficina, viviendo mejor que cualquier “personajillo de clase media”. Político corrupto de mierda. Pobre inocente, no sabía lo que le esperaba. O mejor dicho, quién le esperaba. Efectivamente, allí estábamos nosotros, observándolo en mi Clio del 99. Aún éramos “soldados” de la “familia”; nos tocaba hacer todo el trabajo sucio y no teníamos casi ningún lujo. Aunque sabíamos que pronto subiríamos de rango y tendríamos al menos un Mustang o un Chevrolet. Lo hacíamos cojonudo. Mientras él sacaba las llaves de su Mercedes, nosotros abríamos la puerta del coche dispuestos a dirigirnos hacia él. Los dos con una nueve milímetros escondida en el bolsillo interior de nuestra chaqueta negra, por órdenes del jefe. Dispuesto él a abrir su bólido, se sorprendió al sentir el frío metal de mi pistola en su espalda.

- Maldito cabrón – le susurró mi compañero – más te vale que no armes ningún escándalo, ¿entendido?

- No entiendo nada – respondió - ¿qué ocurre? ¿qué es todo esto?

- Más te vale que lo comprendas rápido – le respondí bruscamente y con voz ronca, algo forzada – ahora, haz como si nada, pega media vuelta y acompáñanos.

No soltó ni una jodida palabra. Podía sentir el pánico en sus ojos. Incluso le salieron unas lágrimas. Pero no sentía compasión, había traicionado al jefe y tenía que pagarlo caro. Le cacheamos en busca de algo extraño, algo con lo que delatarnos o algo que pudiera herirnos. No tenía nada. Le atamos las manos en la espalda para asegurarnos de que no saliera del coche. Si nos paraba algún policía, le decíamos que veníamos de parte del jefe y lo comprendería. Le pedíamos su nombre y se llevaría su parte. Tenía comprados a la mayoría de los cuerpos policiales de la zona, por lo que no existía ningún problema. Si no, se le obligaba a la fuerza a ayudar y en un caso extremo lo fusilábamos. El resto callaría por miedo a no recibir su paga. Así de penosa era la policía, pero nos beneficiaba, por lo que también nosotros nos callábamos.

Llegamos al sitio clave, a la “madriguera”. Allí había un par de matones muy hijos de puta esperando. Sentamos al pobre desgraciado aquel en una silla de madera, siempre con las manos atadas. Le tapamos la boca con cinta americana y disfrutamos viendo como sufría.

- ¿Por qué lo hiciste? Intentaste joder a la persona equivocada en el momento equivocado. Al “jefe” no le jode nadie, y todo el que lo hace merece ser castigado. ¿Quieres decir algo en tu defensa? – se oían unos gritos incomprensibles debido a que tenía la boca tapada - ¿Cómo? No te entiendo… ¿Vosotros lo entendéis señores?

- ¡No! – contestamos.

- Lo que me imaginaba. – gritaba cada vez más alto. – Intentaste delatarnos, nos han dado el chivatazo, maldito desgraciado. ¿O acaso te creías que eras el único bien pagado? ¡Corrupto de mierda!

Se sacó un revólver casi del tamaño de una escopeta, le acarició la cabeza con éste. Tan solo le soltó una ostia con esos dos kilos y medio de metal. El otro matón, cogió una navaja suiza que tenía en el bolsillo del pantalón y se la clavó en el muslo, cerca de la rodilla, pero no dijo ni una palabra y siguió apurando su cigarrillo tranquilamente.

- Creo que se lo merecen ustedes, señores – señalándonos con el maldito trabuco ese – no es al primero que me traéis, así que venga, saquen sus nueve milímetros y llenen los sesos de este tío de hierro.

Pensé que se trataba de un vacilón. Ese tío era un perro de los gordos, y si nos ordenaba tal acto, quería decir que iban a ascendernos. Era un honor, por supuesto. Hubo unos cinco segundos de silencio. Y entonces, nos levantamos sin decir ni una sola palabra, sacamos las pipas apuntamos a aquel cabrón y le soltamos siete tiros cada uno, por todo el cuerpo. Sentí una satisfacción inhumana. Los dos profesionales nos dieron 50 euros a cada uno por el trabajo. Después, se largaron en su BMW.

Cerca de “la madriguera” no circulaba ni gente ni coches ni perros ni nada de nada, así que cogimos el cuerpo ensangrentado, lo metimos en el maletero del Clio y lo dejamos al lado del río, mal enterrado, aposta. Dejé a mi colega en su casa, y yo volví a la mía. Me esperaban mis cuatro niños, tres chicas y un varón. La mayor tenía trece años, y ya cocinaba junto al segundo más grande, con diez años. Las otras dos eran gemelas, de cinco años. Mi mujer ya no estaba, estaba en otro mundo: en el de las drogas. Quiero que mis chicos estudien en la universidad y no se vean en el día de mañana en los marrones que me busco todos los días. Vivían engañados, pensaban que era un limpio trabajador más del ayuntamiento. Pobrecillos.

- ¿Otro duro día de trabajo, papi? – me dijo la más pequeña de las gemelas, por un par de minutos.

- Pues si Inés, muy duro sí.

A la mañana siguiente el titular del periódico decía lo siguiente:

“MASACRE PÚBLICA ¿HASTA DÓNDE LLEGARÁ?”

“Hallado un cadáver más, esta vez de un político, al lado del río Liro.

Se habla de corrupción, de ajustes de cuentas y de muchas cosas más.

Mientras tanto, la policía investiga el caso.”

Una sonrisa de oreja a oreja apareció de pronto, sin pedirlo. Yo cobraría el cheque esa misma tarde.

3 comentarios:

CryptoQuid dijo...

Jajajajaja como te pasas Riki xD. Fuertes lotes leyendolo... me parto xD Muy bueno, si señor

CryptoQuid dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
CryptoQuid dijo...

Por cierto... "Ambages"... cuanto tiempo sin ver u oir esa palabra jajaja Qué recuerdos... xD