jueves, 28 de julio de 2011

¿Por qué acudir obligatoriamente al FIB?

Últimamente interesado en temas musicales (aunque mi última entrada la escribí realmente hace unos meses), vengo ahora para hablaros del festival al que probablemente muchos sabéis que he ido, ya que voy contándolo por ahí -y repitiéndolo- constantemente con infinito orgullo y una sonrisa de oreja a oreja. Vengo a hablar del FIB (el Festival Internacional de Benicàssim). De hecho, he de admitir sin remordimiento ninguno que me encanta -me apasiona- que me hagan esa pregunta que muchos me han hecho: "¡Ey tío! ¿Qué tal por el FIB? Bien, ¿no?". "Jeje. Bien no. ¡Mejor! Mucho mejor. Me sentí como en casa desde el primer momento... fue la puta bomba." respondo yo.

Grosso modo, el FIB es un festival de música "de esa rara que solo escuchas tú, Ricky" o música indie o alternativa, que es lo mismo. Aunque ahora se han sumado muchos estilos: electrónica (Pendulum, Crystal Fighters), folk (Mumford & Sons, Russian Red) o algo semi-raperillo (The Streets, Plan B). Aunque yo iba principalmente por tres grupos: The Strokes (decepcionantes en directo), Arctic Monkeys (un desfase total, unos cracks, los putos amos) y Arcade Fire (inimitables, inigualables, insuperables, un directo único). Además, tuve la fortuna de descubrir artistas que antes desconocía y que me llegaron muy hondo: Elbow (amor a primera vista) o Primal Scream (a los cuales observé en solitario).

Pero no voy a entreteneros más ni a contaros crónicas de sus directos en profundidad, para eso hay miles de profesionales que lo hacen por ahí y mejor -de seguro- que yo. Hablaré de las sensaciones vividas con once personas -a ratos- especiales, que para eso no hay que ser entendido del tema, simplemente hay que ser alguien con ganas de pasarlo bien y con la habilidad -de sencillísima adquisición- de saber apreciar los momentos inigualables para después plasmarlos y contarlos.

Barajas. La T2 o la T1 o no sé. Lunes 11 de julio. Por lo menos 125 ºC en la pista. Estábamos, aunque no todo el grupo, ya que no viajamos juntos, siete bobitos sentados desde hacía una hora en un Spanair mortal, inmundo, del año 80 (antes de Cristo) sin aire acondicionado y con un motor roto pero, a palabras del comandante "tenemos un problema de [pausa de unos 40 segundos, todo el avión acojonado (¿verdad, Cristina?)] un motor, tenemos que poner una batería externa para que funcione la refrigeración y para poder poner en marcha el avión; es algo completamente normal". Nunca me había pasado, y he de admitir que mi expresión también era un tanto terrorífica. Pero bueno, ya que estoy escribiendo esto, se puede deducir que sobrevivimos a un vuelo mortal (menos mal que de media hora tan solo) con un aterrizaje a lo cine de acción de los años 50 incluido. Nos pierden una tienda, pero bueno, nos la llevarían.

Ya sin miedo en el cuerpo, la adrenalina corría por nuestras venas por otro motivo: habíamos llegado al recinto fibero tras un viaje en tiempo récord Valencia - Benicàssim en una especie de taxi-mini-bus. Eran cerca de las once de la noche. Nos dan las famosas pulseras; a mi de mayor de edad sin serlo, como a Olivia; al resto de menores, una violeta feísima con "Especial" en mayúsculas y bien notable. Pringados. Nos instalamos en el camping que venía incluido con nuestra entrada y nos reunimos con Rut, Octavio y Marta, que habían llegado antes. Reímos y bromeamos un poco, pero nada más: estábamos estallados y solo queríamos dormir, un poco apretados, por cierto.

Al día siguiente, martes, se añadieron dos más: Vicky y Tati (Titi y Vacky). A partir de aquí, y pese la desesperación y el estrés que invadía, sobre todo, a Silvia el primer día y parte del segundo (quizás también el tercero), todo se convirtió en cotidiano en un abrir y cerrar de ojos. Sí amigos, se convirtió en normal el ir al Mercadona, que estaba a unos 25 minutos a pie bajo un sol asfixiante (si no se tiene en cuenta el amago de tormenta del martes) a comprar ensaladas César, quiches, napolitanas y empanadillas; comer mierda (si es que se comía) día y noche; beber cosas calientes, agua para hacer té y meado embotellado que teóricamente era cerveza; la ducha colectiva en agua congelada -y gracias- donde los pelos de decenas de personas se acumulaban en el suelo llevados por la corriente y donde te lavabas los dientes a la vez que te enjabonabas el pelo; los baños portátiles asquerosos y malolientes donde cagar se convertía en una aventura digna de ser contada (cada uno tenía una teoría sobre cómo era mejor hacerlo); el olor a meado omnipresente; los guiris borrachos a las cuatro de la tarde; la imposibilidad de dormir hasta más de las 10 de la mañana ya que el calor dentro de las tiendas lo impedía; y un largo y precioso etcétera.

Por no hablar del resto de personas que convivía en el camping: 25.000 personas con las que sabías con certeza absoluta que podías hablar de lo que te gustaba, ya que sabías que a él también le gustaba o, en su defecto, entendía de dicho tema y podía discutírtelo. 25.000 personas que te decían hola (o hello, o ciao, o hej hej) y te sonreían incondicionalmente, sin tener ni puta idea de quién eras. 25.000 personas que entendían de música de esa rara que solo escucho yo (y otros cuantos miles, ¿no?). 25.000 personas que eran como aquel vecino enrollado (Jesús, granaínos) que conoces desde que a Franco empezó a salirle barba. Todo hay que decirlo: de ésos había un porcentaje importante, británico mayormente, que se pasaba con la bebida, se caían en las tiendas ajenas (Vicky: "excuse meeeee!"), decían "oh my God!" hasta quedarse roncos y eran unos guarros, no recogían la basura ("¡ay cari! ¿cómo pueden vivir en este mercadillo, cari?"); pero bueno, qué se le va a hacer, es el precio que hay que pagar por estar en un festival, digo yo.

Llegó el jueves. Llegaron los conciertos. Todo fue igual, aunque diferente. Todo siguió igual, pero con conciertos de por medio. Y ya dije que no me entretendría musicalmente hablando. La gente en los conciertos, sin contar con los ya nombrados guiris alcoholizados de cerveza y vodka del Mercadona con paracetamol e ibuprofeno, los cuales empujaban sin remordimiento alguno (y sudaban como un touareg en el Sáhara en agosto)... la gente la bomba. Los seguritas repartían agua, ya que el estrés y el calor mataba. Ésta era, aunque parezca mentira, ¡pasada a filas anteriores! Buenrollismo hasta en los conciertos. Me emocioné y todo al ver a estas personas que se preocupaban por las personas. Impresionante. Hablabas con alguien y te contestaba con la simpatía que esperas cuando hablas con el carnicero del supermercado y que nunca encuentras.

Días que llevaba soñando desde hacía semanas pasaban fugazmente, quizás demasiado. Seguro estoy de que no soy el único que así lo piensa. Desgraciadamente (o no) todo lo espectacular termina. Y digo "o no" ya que si no lo hiciera, nada sería un espectáculo. Sí. Un grupo de colegas convivió una semana sin un solo conflicto y solo riendo y llorando (de la risa), de las bromas, de las frases para el recuerdo: "¿Qué acción estamos ejerciendo ahora mismo?", "¿Se puede entrar sin entrada?", "-Entra al hall. -Nah, si yo aquí a la hombra estoy agusto.", "En la acampada, se la meten doblada.", "Chicas, ¿alguna de vosotras me ha violado esta noche?", "Me encantaría ser gay o ser tía para tener fantasías sexuales con Alex Turner". También hubo hueco para los hostiones épicos, un portazo y un banco caído con una chica encima, para concretar. O para los chistes: "-¿Sales minerales? -No, estoy arrestada.", "[...] [al pulpo violeta] coges el palo, le das en la cabeza y cuando haga '¡ay!' lo coges, ¡bobo!". O para los abrazos, besitos y pasteleos varios, parejitas... O para conocer australianos (jeje), galeses (jiji) o madrileños ("Pero Tatiana, ¿no te has dado cuenta de que lo único que quieren es follarte?)...

No quiero hablar del viaje de vuelta, tan solo mencionar que la noche en el aeropuerto fue una risa. Me la imaginaba peor. Pero nunca hablo de las vueltas, porque nunca me gusta volver.

Antes hablaba de un espectáculo, y eso es precisamente lo que fue: un verdadero espectáculo, una obra con prólogo, introducción, trama y un final abierto, aún por cerrar. Acabó el FIB -y ahora es cuando me pongo poético y melancólico-, sí, terminó. Pero como lo verdaderamente importante, lo que en realidad nos compone, nos forma, nos une, nos define, nos describe, lo que nos hace diferentes, nunca acaba dentro de nosotros: continuaremos hablando de esta aventura fibera cada día más lejana como algo que "ocurrió ayer". ¿Qué coño hablando? Fardando, riendo, recordando con ilusión no solo que lo vivimos, sino que lo volveremos a vivir. Aunque la distancia cause estragos, ésta no será un impedimento.

Sin más:
Christian, Cristina, Grace, Marta, Octavio, Rut, Ruth, Silvia, Tatiana, Vicky:
Gracias.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Recuerda Ricky lo bueno nunca acaba si hay algo que te lo recuerde y solo nosotros sabemos lo que hemos vivido en esa semana tan intensa. Me encanto el resumen de la aventura fibera aunque se te olvido lo de: y si el avion se cala?? xD
gracias a ti y a los demas, espero que el año que viene podamos repetirlo y sea igual o mejor.
CRIS XXX

Anónimo dijo...

¿Por qué tienes tantas ganas de ser diferente? Intuyo que crees que eres diferente por escuchar música que no escuchan tus vecinos. ¿Intuyo bien? Si es así, ¿por qué?
No te hago estas preguntas para hacerte sentir mal o algo así, es que de verdad quiero que contestes. Y me pongo en anónimo porque de todas formas no me conoces, aunque creo que me has visto por ahí, pero no sé como hacerte saber quién soy. Te digo esto para que no pienes que soy un cobarde hijo de perra.

CryptoQuid dijo...

Anonimo, supongo que Ricky respondera mejor personalmente, pero hoy tengo el dia entrometido y creo que puedo responder por el; no con sus mismas palabras, pero si diciendo lo mismo.

Tanto el como yo, somos diferentes al resto y escuchamos musicas "marginales" y consideradas de diferentes o raritos. Mucho menos cada dia y pronto podremos dejar de considerar esto una lucha encarnizada de numeros y se convertira en una triada de estilos (sin venir esto al cuento).

Pero el hecho de sentirse diferente no viene de escuchar diferente musica que tu vecino. Sino del hecho que te mueve a hacerlo. Esos valores e ideales diferentes a los del resto, esos que te separan del vulgo y te llevan, no a volar mas alto - que tal vez si-, sino al lugar en el que te gusta estar y no en el que te DICEN que te conviene estar.

Lejos de propaganda y concursos baratos para consumidores compulsivos. Somos diferentes porque amamos y sentimos lo que nos gusta, aunque nos guste lo que le gusta al resto. Pero nosotros lo hacemos con sentimiento, lo que arrastra mayorias y nos califica de diferentes (que no es por otra que cosa que por constituir una minoria), suele darse mas por programacion inyectada de forma masiva desde la juventud (por diferentes medios que no vienen al cuento) que por verdadera pasion. Hablando en estadisticas, pero las estadisticas no son reglas, y si las altivas reglas tienen excepciones, no hablemos de una sumisa estadistica.

Y si señor, eso es lo que falta hoy en dia, y eso es lo que nos constituye a nosotros, los raritos inadaptados llamados diferentes: los sentimientos, las pasion, el amor a lo que haces y lo que tienes.

Espero Ricky, haberme ceñido rigurosamente a tu mensaje con mis humildes y transparentes palabras.

Paz

Unknown dijo...

Lo primero, gracias Cris por ese comentario. Lo siento, siempre falta algo, pero la esencia está ahí plasmada; dentro de nosotros descansa en su totalidad.

Samuel, eres un crack.

Anónimo, sé que no es tu intención ofender, ni mucho menos, simplemente -y es algo que aprecio- propones una posición distinta a la mía, la discutes y es gracias a eso a lo que puedo seguir escribiendo y "doing my own things". Si el mundo estuviera plagado de monotonía e indiferencia por los distintos estilos -artísticos o no-, plasmar algo sería simplemente dar a entender una realidad ya comprendida: UNA realidad y no MI realidad.

Pero, ¿qué es ser diferente? Ser diferente es ir un paso más allá de los estándares; ser diferente es dudar; ser diferente es hacer lo que te gusta sin que te afecten las críticas opuestas; ser diferente es adaptar tus obligaciones a tu estilo de vida; ser diferente es saber apreciar a los que son como tú, es decir, diferentes a ti; ser diferente es ser.

Me da gracia tu primera pregunta, "¿Por qué tienes tantas ganas de ser diferente?". Muchísima gracia. Claro que no tengo ganas. Me apetecería muchísimo, te aseguro, ser típico: preferir a David Guetta que a Gil Scott-Heron (ya que "creo que soy diferente por escuchar música que no escuchan mis vecinos"). Y poder charlar con las masas sobre la última peli de Harry Potter en vez de hablar sobre Trainspotting.

Sin embargo, como las drogas, una vez entras a este -digamos- mundo paralelo salir, desengancharse, cuesta demasiado y la voluntad suele ser mínima, con la diferencia de que éste no es perjudicial para la salud, por lo que "vivir aquí" no es un problema excesivo, solo que se limita a una serie de personas, un número reducido.

Y no quiero desengancharme precisamente por esos chutes. Por esos momentos y esos detalles que hacen que me sienta, por error, dueño de un todo que no enchufa conmigo del todo.

Por eso abrimos este blog, por eso fui al FIB, por eso escribo, por eso me siento orgulloso de ser diferente: de no haberme vendido a las masas, a la propaganda o a lo teóricamente "viable".

Me siento orgulloso de ser un mierda.

Anónimo dijo...

Samu, tú sí sabes quién soy. Soy Chubi. Y dirigiéndome al que iba mi comentario principal, por si te acuerdas, soy ese tipo que jugó contigo en el poli a baloncesto en tu equipo. Tú llevabas vaqueros y yo no me acuerdo bien cómo iba. Al caso.
Aprecio que aprecies que mi intención no sea ofender. Yo te pregunté que por qué tenías tantas ganas de ser díferente y tú me contestaste que te "apetecería muchísimo ser típico: preferir a David Guetta que a Gil Scott-Heron". Pero es que de los típicos que prefieren a David Guetta solo sabes que prefieren a David Guetta. No sabes nada más. Solo sabes que te diferencias de ellos en que ellos escuchan a ese tipo y tú no. Podrías deducir hábilmente que son estúpidos porque sabes que la música del DJ ese va a pasar de moda en un año y entonces él pasará a la historia o se adaptará a la nueva moda y entonces ellos pasarán de los temas de hace un año y entonces podrías pensar: "Ya no les gusta la música de hace un año. Ni la de hace dos. Ni la de tres ni la de nunca, sino la de ahora. Y la de ahora dejará de gustarles en poco. Alguien que no tiene un gusto definido por la música, no la siente. El que no siente y se deja llevar por lo que le ponen delante está vacío. El que está vacío de esa forma es estúpido". Podrías pensar eso (y no digo que eso es lo que piensas), pero no tiene por qué ser así. A cualquiera le puede gustar cualquier tipo de música, ver cualquier pélicula, ir vestido de cualquier forma y tener cualquier personalidad al mismo tiempo. Me das a entender que asocias gustos con formas de pensar, que lo primero implica lo segundo, y eso no es así. La música es algo que te gusta sin más. Nada más oirla, te suena bien o mal. También es cierto que si escuchas una canción que no te guste cien veces, terminará por gustarte, pero eso ya es otra cosa. Por eso, consumir arte alternativa en lugar de lo comercial, no te convierte en alguien diferente más allá de los gustos que compartas o no con el resto. Y eso no es algo malo. Te hice la pregunta "¿Por qué tienes tantas ganas de ser diferente?" para que la contestaras, pero también para hacerte ver (aun con mi pésima habilidad para transmitir) que ser diferente no te hace íntegro, que es lo que realmente importa. Lo que te hace íntegro es dudar de todas las cosas, vencer al instinto que te dice que tú tienes siempre la razón y llegar a una conclusión por uno mismo, obteniendo una concepción de la vida propia, tuya y de nadie más. Y no importa si escuchas a Justin Bieber o a los Beatles (ambos llegaron a donde llegaron de la misma forma, por cierto). Sé que, por tu condición de adolescente y mis asquerosas does de explicación, no te molestarás en pensar en esto (y no estoy diciendo que no pieneses), pero me apetecía escribirlo.
La última película de Harry Potter no es muy guay y Trainspotting me dio la maravillosa idea de curarme la vida con heroína, aunque no la puse en práctica porque es muy dañina.

Unknown dijo...

Puse el ejemplo de Guetta y Gill porque hablamos de un tema musical; podría ponerte otros, pero no es plan de aburrir tampoco.

Sin embargo después te hablo del "ser diferente" de otro modo, digamos, más amplio. Éste modo de verlo puede asociarse o no al arte, es decir, no es limitado.

Los gustos y la forma de pensar, como bien dices, no tienen por qué ir de la mano: siempre hay una excepción a la regla, no lo niego. No obstante, que estén asociados directamente es lo más normal. La forma de vestir es, probablemente, la menos ligada a todo el resto, la más independiente. Pero los otros factores sí tienen correlación, hablando en términos generales.

Así, si alguien escucha a Justin Bieber frecuentemente, lo normal es que no tenga ni puta idea de Arcade Fire; si uno se especializa en ingeniería mecánica, lo normal es que no esté metido de lleno en fisioterapia; si uno lleva toda la vida en la fotografía como una prioridad -no como hobby-, lo normal es que no sepa demasiado sobre arquitectura de exteriores. Véase que hablo de analogías dentro del mismo campo.

También habrá reggaetoneros que saben escribir sin faltas de ortografía e indies que visten Tn, pero lo normal es lo contrario.

También habrá adolescentes que escuchen Hannah Montana y que no se hayan vendido a la propaganda y a los gustos masivos y victimistas niños de papi y mami fans de Mozart, pero lo normal es lo contrario.

Pero claro, si tuviera que nombrar cada uno de los detalles que rompen las reglas de lo teóricamente obvio, cada entrada tendría la extensión de la Biblia, por lo que presento una posición personal, que no la mejor: por supuesto que no siempre tengo la razón, pero sí mis razones. Soy el primero que nombra en estos casos la famosa cita de un tal Albert Einstein: "Todos somos muy ignorantes, lo que ocurre es que no ignoramos las mismas cosas".

Se podría hablar de cómo afecta la publicidad agresiva a los gustos y el modo de pensar de la sociedad contemporánea, pero es un tema muy complejo, no soy el mayor entendido en éste y, además, no me apetece plasmar ahora mismo lo que sé sobre él.

P.D.: Hablando ya de temas más puntuales, Justin Bieber y The Beatles no llegaron a donde están del mismo modo: el primero tuvo muchas más ventajas.

P.P.D.: Claro que me molesto en pensar lo que tú dices, independientemente de mi condición de adolescente: si no lo hiciera no aprendería día a día nuevas cosas, como hago.

Anónimo dijo...

Bueno, yo creo que no habría que asociar los gustos a la personalidad, aunque gane la estadística.