sábado, 22 de enero de 2011

Superhéroe Vol. 2


Salía el sol... un amanecer precioso... no había nubes. Ni el más simple vestigio de la tormenta de anoche. Asomábanse por el horizonte, los primeros rayos de lo que planteaba un día soleado... la línea que separaba lo oscuro de lo iluminado se hace más delgada y deja paso al calor y la claridad de una dulce mañana. El negro cielo nocturno, se tornaba a una deslumbrante gama de azules, verdes y amarillos degradados en la dirección del origen de la luz... Una mañana... como pocas... para disfrutarla... como pocas...


Hinchó el pecho con el aire fresco que traía la brisa y disfrutó unos segundos de la vista hasta que le sobresaltó una figura apoyada en su hombro. Ya no se acordaba de que la chica se había abrazado a su torso para encontrar el consuelo en algo blando, para apoyar la cabeza y descansar las ideas. Ahora, con el pelo seco y sin las ojeras provocadas por el llanto, su cándida y blanquecina apariencia que desbordaba belleza, le parecía aún más conmovedora. Disfrutó varios segundos de la paz del amanecer y de la tranquilidad del rostro de la joven, que ahora parecía angelical.

En ese momento, abrió los ojos y se vio abrazada al torso de aquel hombre que había hecho las veces de pañuelo para secar sus lágrimas y aliviar un poco el peso que la apretaba. Sin decir nada, este desconocido había logrado ayudarla. No sabía por qué, pero algo en él inspiraba confianza, sus ojos, aunque querían cerrar las ventanas para que no se viera su interior, dejaban escapar algo del dolor que antaño habían visto. Este dolor casi se veía oculto tras la barrera de admiración, embelesamiento, casi fascinación que mostraban ante su belleza, ante la vista de algo tan puro que brillaba más que el sol.

Roma, era un joven alto, no llegaba a la treintena, su piel era algo así como parda, ni oscura, ni clara. No era un moreno a causa del sol, era un moreno natural, uniforme, suave. Su pelo era negro, con un corte de marine. Sus ojos marrones y de pupilas casi siempre dilatadas que repasaban todo con una minuciosidad increíble con un simple vistazo. Sus dientes eran bastante blancos, su boca grande, dejando traslucir una sonrisa, ciertas veces esbozada con esfuerzo. No era excepcionalmente guapo, pero Ari, mostraba un gran interés en su cara, parecía curiosidad por la tristeza que ocultaban las sonrisas y las palabras tranquilas, o tal vez, apreciaba de verdad el atractivo enigmático de este sujeto. Medía cerca del metro noventa, ancho de espaldas, manos grandes. De complexión fuerte, nada de hinchados músculos de película, eran músculos moldeados con años y experiencias, siempre bordados con alguna que otra cicatriz blanquecina. Entre sus abundantes cicatrices, destacaban dos: una por delante, en el costado derecho, que recorría desde justo por encima a la izquierda del pezón, en línea recta hasta éste y la otra, estaba exactamente situada en paralelo a la de delante, pero en la espalda.

De pronto se encontraron los dos mirando un amanecer precioso, tras una noche de lágrimas y lluvia, en una escena de novela, de lo cual ninguno se dio cuenta.

Se percató Roma de que Ari estaba despierta, miró hacia ella para una vez más disfrutar de su ansiada belleza. Mientras Ari miraba hacia él en busca de una mirada cómplice que les llevara a la mención de alguna palabra.

-¿Mejor?- Dijo Roma.

-Mejor- Dijo Ari.

-Había olvidado lo bonito que era el mundo – Dijo Roma con una sonrisa de oreja a oreja.

-¿Y que te ha hecho recordar?- Respondió ella con otra sonrisa.

-Puede que el alba… ¿Y a ti qué te ha llevado a llorar?- Le dio él la vuelta al tema.

-Cosas que pasan…

-Pues deben ser cosas graves, pues no es aconsejable llenar de lágrimas un rostro tan bonito- Piropeó inocentemente Roma.

Ella sonrió. No sabía por qué, pero ese desconocido la hacía sentirse cómoda. No sabía si eran sus palabras desvergonzadas y directas después de largos silencios y miradas nostálgicas, como si la conociera de siempre, siempre sin molestar, o su capacidad para hacerla sonreír. De cualquier forma, sentía paz y no quería separarse de él.

El sonrió. No sabía por qué, pero Ari le hacía abandonar su normal personalidad callada e interiorista, intentando buscar motivos para su tristeza y sus lágrimas, a la par que intentaba dar motivos para olvidarlas y hacerla sonreír. Flotaba en una nube, junto a ella y por fin apreciaban ambos, ese amanecer que hasta hacía nada estaba oculto por la desdicha.

5 comentarios:

Unknown dijo...

A esto he de decir... ¡por finnnn!

A mi parecer, tanto este Vol. 2 de "Superhéroe" como tu anterior "Calima" marcan un punto de madurez (aún más si cabe) amplísimo. Descripciones perfectas, no se te escapa ni el más mínimo detalle. Conversación de lo más breve pero, ¿acaso quiere alguien más? El alba que pintas hace que sienta verdaderamente especial ilusión por plasmarla en mi cabeza e imaginar cuán bella es... es decir, cuánta belleza existe.

Crack.

CryptoQuid dijo...

jajajaja se que has estado ansioso por la segunda entrega de la saga, pero tenia que esperar por "asesoramiento".

¿Punto de madurez mas amplio? Igual tengo que releerlo... jajaja

Y bueno... algun que otro detalle no es descrito, claro que dejado siempre a drede. Como persona que se deja llevar por la imaginacion para escribir, en mis obras he de dejar lugar para ella y no acaparar el control de todas las apariencias. Me sentiria mal si me limitara a decir que las cosas son asi, y no tiene vuelta de hoja, me gusta dejar sitio para un pequeño mundo de fantasia.

Unknown dijo...

Superheroe 2, ya lo sabes, me encanta! :) pero... la foto.... no le pega mucho noo?

CryptoQuid dijo...

La foto (para los que saben un poco del mundo del rap, claro) es bastante representativa del titulo. Pues es una captura de imagen de un videoclip: Superheroe - El Chojin.

Una cancion que sobrepasa muchos limites. Y que como todo, influye en cierta manera sobre como he escrito la historia.

Raquel dijo...

Me gusta, más si cabe, que la primera entrega