
Un lunes... es un día de la semana que normalmente odio, pues representa el comienzo de una nueva semana y el final del descanso embriagador de un fin de semana (también he deseado en ocasiones que sea Lunes a causa de un Sábado o un Domingo aterradoramente aburridos o desastrosos). El caso es que, después de haber dejado a la persona que hace que mis días sean un cuento de hadas en un cuento real, en uno de sus quehaceres, me he dado un paseo.
Dar un paseo me brinda una oportunidad irrefutable para admirar el urbano paisaje de Adeje con un fondo rocoso que lo custodia. Pero hoy había calima, lo cual me ha dado una idea increíble para hablar aquí sobre mis experiencias (aunque breves en comparación a otros más viejos) reveladoras. Y muchos podrán pensar; "Este tío está zumbado. ¿Se puede saber qué tiene de bonito una ciudad con cuatro toscas detrás? Y para colmo había calima, de modo que ver lo que se dice ver, lo mismo que a través de una mosquitera". Y puede que después de todo tengan razón, pero cuando a uno le asalta la inspiración secundada por una idea reveladora, rara vez dice que no. Huelga decir, que cada uno es como es.
La "ciudad" al estar cercana, pues casi no se ve enturbiada por este polvo sahariano. En contraposición, las montañas se atisban como un enorme bulto verde que se impone sobre la urbe de forma amenazante. Ahora dirán los que hayan llegado hasta aquí: "Ahora sí que es verdad que se le fue la pinza, a saber qué verdad se le habrá revelado al loco playa este. Como no sea un análisis sobre el clima canario..." (Bien bueno que es nuestro clima, por cierto). Pues no señores, no vengo a hablar del clima, vengo a hablar de personas.
Para esto hay que tener un poco de imaginación, tampoco pido mucho. Hay que enfrascarse un poco en la metáfora, en este caso hipotético que me sirve para mostrar cosas que si que pasan. Porque tantos años como llevamos en el mundo, solo han podido llevarnos a parecernos a él. Para bien, o para mal... de muchos o pocos.
Me explico, tanto como los edificios se muestran a través de la calima según su lejanía, es lo mismo que los motivos que mueven a las personas que nos rodean. Así que, aplicando la regla de tres, de que cuanto más cerca, mejor se puede ver, cuanto más cerca sentimentalmente está de ti una persona, mejor puedes entender sus motivos. A todos nos ha pasado alguna vez, que cuando no conocemos a alguien, el desconcertarnos con las conductas de estos individuos. Aún conociendo muy bien a quien observemos, aunque la calima oculte poco los edificios, los oculta, por lo tanto, no conocemos por muy cerca que estemos, todos los matices de su comportamiento.
Por fin las montañas, esas masas ingentes de piedra, que representando gran cantidad de personas de las que solo conocemos su apariencia física, dominan el fondo de nuestro paisaje sociológico.
También está la parte de nosotros, que ni nosotros mismos conocemos. Todos nos hemos visto envueltos en más de una ocasión en la que decimos y hacemos cosas que ni siquiera podríamos haber imaginado que diríamos. Te dices a ti mismo, eso sí, procurando que nadie se entere de tus dudas (flaquear es error mortal): "Joder, si hubiera dicho otra cosa... o mejor, si me hubiera callado...". Ni siquiera nosotros nos conocemos, ¿cómo vamos a conocer a los demás? Nuestra vida esta movida por el desconocimiento.
Y ante este desconocimiento, algunos nos mantenemos escépticos, esperando a las personas adecuadas, esas que nos rompan los esquemas que estereotipan al resto. Porque la vida me ha demostrado que es mejor ir pensando que todo el mundo es una mierda hasta que se demuestre lo contrario, es más difícil llevarse chascos y desengaños.
Claro que, luego están los confianzudos, los criticones que se creen que todos somos idiotas, los acojonados que tienen miedo de conocer gente, los que no quieren ni verse ellos mismos en el espejo, y un largo etc...
Finalizando esta entrada, pregunto: ¿Quién se iba a esperar que yo me fuera a basar en un fenómeno tan ponzoñosamente arenoso para explicarme?