viernes, 15 de abril de 2011

Buen viaje

Temblaba. Un barco blanco aunque sucio de dolor y de pérdida, de desesperación y de angustia... de recuerdos vivaces, un barco que emprendía un camino, quizás infinito, marchaba a la deriva y sin echar la vista atrás y observar los trazos que ha dejado, una estela colorida que baña un  pasado ahora presente, blanco y negro, sobre todo gris y pesado cual desgracia venidera, invisible antaño.

Atónito permanecí sentado sobre mis piernas mientras una suave brisa recorría la plenitud de mi cuerpo pálido y mugriento. Los ojos llorosos empapaban la cara desgastada por la rotura de lazos que se produciría y regaba el césped que mi peso soporta sin rechistar. El cielo resultaba purísimo y su azul era esclarecido con los rayos del sol, los cuales aportaban también un importante contraste entre la armonía que la naturaleza desprendía y la agonía que en mi interior batallaba ferozmente para huir y provocar consecuentemente un grito salvaje y ensordecedor que rompiera ese maldito idilio.

Mis fuerzas cesaban: no había fuerza mayor que la marcha de aquel bajel cada vez más nimio desde mi perspectiva. Paulatinamente la silueta se desenfocaba no solo por la lejanía cada vez mayor ni por lo húmedo que mis ojos resultaban, sino por las evocaciones que partían impulsadas por el viento y la corriente marítima que arrastraban al buque.

Lo denso que podían resultar mis miradas al pasado es sencillamente inimaginable. Empero mi deseo era bien simple: tú y yo. Tú y yo. Tú y yo juntos. Juntos otra vez. No podía esfumarse todo en ese preciso instante. No hay justicia. Pese a lo subjetivo que podría parecer, todo es injusto en este mundo de mentiras y cuando algo llega a fascinarte por la  clara falta de falsedad resulta ser algo efímero; parece que no interesa.

Y allí continuaba, embobado y débil, frunciendo el ceño en señal de amargura y con pensamientos caleidoscópicos y variopintos fluyendo de un lado para otro. En el horizonte tan solo divisaba un punto y ya dudaba sobre si era o no el punto sobre el que desearía encontrarme mientras divagase hasta arribar a Cualquier Parte, y entre divagación y divagación gozar de un beso pasional como ese último tras la despedida, pero añadiéndole lo cómico de la situación y sustrayendo lo dramático. Sin embargo en esta batalla de David contra Goliat, donde yo era David y Goliat el destino (aunque ciertamente dudable), la derrota estaba asegurada.

Los temblores se sucedían uno tras otro, cada vez peores. Había llegado la hora. Era la mitad de lo que solía ser; la otra ya se había marchado. Los ojos se cerraron como por arte de magia, extendí mi raquítico cuerpo sobre el extenso prado, abrí los brazos y disfruté de la que sería la última brisa de aire de la que disfrutaría. El último suspiro. La última lágrima. El último latido.

Adiós.

No. No puedo irme todavía.

Como yo te he querido no va a quererte nadie. No lo olvides.

1 comentario:

CryptoQuid dijo...

¿Sabes donde puedo conseguir el billete de uno de esos barcos que se van y no vuelven? jajajaja

Muy guapo ya sabes!