viernes, 1 de noviembre de 2013

La tinta del que escribe orgulloso y con afán son sus propios sentimientos.



“Me dijeron: crece, me dijeron: vive, me dijeron: sufre. Sufre porque si no, no sabrás que es eso de vivir. Sufre porque así te darás cuenta de que es realmente la felicidad, o al menos si no es así, sabrás apreciar hasta la más ínfima porción de ella; porque sufrirás y será entonces cuando, tras sentir el más amargo dolor, desearás destruir todo lo que te quede de humanidad…

Estoy cansado de reprimirme; estoy harto de soportar la misma mierda cada segundo que paso con los pies en el suelo. Quisiera saltar al vacío de mi mente y olvidarme del mundo, pero antes… Antes descargaré toda la presión de mi interior sobre todos y cada uno de los incautos; incautos valientes por atreverse a ignorar las consecuencias de sus actos, incautos cobardes por no atreverse a salir del cascarón de su desgracia. Incautos estúpidos, idiotas, ignorantes… Descargaré sobre ellos esa presión que tiene nombre propio, ese sentimiento con vida propia llamado Ira. Y es que Ira no es mi religión ni tampoco mi ciencia; no tengo fe en ella ni hace falta que me demuestre nada. Ira soy yo, Ira es cada átomo de mi cuerpo, cada impulso, cada uno de los recuerdos tengo y que tendré, es mi cordura porque yo solo veo lógico la pasión locura, es la mentira de tu falsa verdad…. Ira es la reencarnación de un pueblo muerto, pero muerto solo en tu realidad; no en la mía…”

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