miércoles, 20 de noviembre de 2013

Hoy es un buen día para ser otro

Todos dedicamos nuestra vida a algo. Algunos buscamos saber qué es ese algo que perseguimos dando tumbos en la oscuridad, tropezando con todo y blasfemando como alcohólicos empedernidos. No sé si los demás lo tienen claro, pero hay días en los que me despierto pensando que no sé si quiero ser esa persona del espejo, y muchos más me voy a dormir pensando que no quiero ser ese cuya respiración, rara vez tranquila, oigo entre los preciados pesados parpadeos del cansancio.

Un tiempo estuve esperando despertar y ver un día más brillante, mucho tiempo. Levantarme y que todo fuera diferente. Tal vez alguna revelación, alguna cavilación, si no divina, intempestiva. Que se fuera el amargo esputo negro de las dudas, que la vacilación fuera solo el preludio pantanoso de algún vergel verde e inexplorado. Pero tras las densas telas de la ignorancia, solo hallas más incertidumbre, más duda, menos resolución. Muchas veces me pregunto si realmente la mayoría de las cosas que haces merecen la pena. Ya no hablo de esa cuestión tan estúpida de levantarse cada día para hacer algo, en algún momento tendría que rendirme a mi vejiga e ir al baño. Pero cuando estás de pie, ¿te sientas, te tumbas, vuelves a la cama? ¿Tal vez quisieras andar, correr, hacer marcha? ¿O preferirías ir a clase, aprender, parlotear, hacer exámenes y preocuparte? Hay quien se despierta cuando aún no ha salido el sol, bueno, más bien lo despierta uno de esos condenados despertadores. Se levanta seis días a la semana sale de casa a oscuras y vuelve cuando la tarde muere.
Diría que carga bloques, pero ya ni siquiera se puede trabajar en una obra. Dejaré a la imaginación ese detalle. Trabaja doce horas para un sueldo mediocre y el único día libre que tiene lo pasa acopiando fuerzas para empezar una nueva semana, ¿así queremos vernos dentro de 10 años? ¿No? Pues no lo sé. Los que mejor vida tenemos somos los estudiantes y, fíjate, que cuando vas a un micro abierto o escuchas tocar a un grupo de jóvenes, nadie dice nada bueno. Nadie está con la persona que le gusta, todos tienen problemas de dinero, muchos no le encuentran interés a lo que estudian, otros muchos más están tan agobiados estudiando que lo que antes les gustaba ahora los tiene hasta el culo. Los que no están en el micro abierto están drogándose o bailando atontados en una discoteca desconectando del mundo. Porque la juventud hay que disfrutarla, por eso mi vecina cada jueves sube a su piso con un tío distinto, ¿no? Porque cada vez empezamos a estar jodidos a menor edad. Sé que es un tema controvertido, ya que hace poco más de 40 años si no querías estar pariendo en España tenías que irte, como aquellos que escaparon de la mili, de los campos de tomate, de las plataneras y los “grises”, ¿y ahora a dónde nos vamos? Podríamos ir a tratar postulados de Karl Marx con Fidel Castro, o a Venezuela a plantar árboles de la revolución recordando al fallecido comandante Chávez con el amante de la democracia Maduro. O podríamos ir al norte, a Alemania, a trabajar 4 horas y a estar pariendo más o menos igual que aquí, pero en alemán. Bueno, podríamos probar a irnos a Australia, pero apareceríamos en Discovery Max siendo repatriados, ya que allí ya nos habrán catalogado de país tercermundista.

Y venga huelgas y manifestaciones contra las medidas del gobierno, que más parecen los decretos reales de Fernando VII. Y venga a pasar lo mismo una y otra vez. Seguro que el año que viene sale elegido el P.S.O.E., y prometerán proteger nuestros derechos y no bajar los sueldos, y bajar la gasolina y de paso podrían prometernos felaciones a todos, que por prometer y no cumplir, al menos la esperanza queda. A veces la idea de inmolarte no resulta tan tétrica, al menos así no tendríamos que oír a Ana Botella hablando inglés y dejando aún más por los suelos la imagen que el resto del mundo tiene de nosotros. Seguro que a alguien le habrá pasado ya: “Mierda, ¿eres español? Tío, pues pareces muy normal, yo os imaginaba babeando y hablando estupideces con vuestros amigos imaginarios”. Realmente cuesta encontrar algo que de verdad te empuje a seguir buscando tu camino, cuando todo a tu alrededor parece sacado de las viñetas de “el Jueves, la revista que sale los miércoles”. Habrá quien dirá que quiere ser científico, ¿con qué dinero piensas investigar? Otros quieren escribir libros, ¿en serio? Otros no quieren nada. Otros no saben lo que quieren. Otros se drogan. Otros estudian sin pensar en lo que harán y cuando terminen cogen lo primero que les salga.

Ya no existen la pasión, la vocación, el deseo de algo más. Nos limitamos a estudiar para poder trabajar, y a trabajar para llegar a fin de mes. Y si quieres otra cosa engánchate al caballo, o véndelo, o pégate un puto tiro. Sé que puede sonar como la rabieta de un niño pequeño, que solo me quejo y pataleo sin encontrarle una solución, pero nadie dijo que fuera fácil. Si tan listo te crees propón tu algo. Y si no estás de acuerdo, no sé cómo coño has llegado tan abajo leyendo esto. Parece ser que solo encontraremos algo parecido a la felicidad en la indolencia, en pasar por la vida lo menos quemado que se pueda y conseguir llegar a viejo. Es como si no esperáramos más que nuestra muerte. No sé, otro día escribo algo alegre, hoy lo veo todo turbio. Me voy a por un poco de ignorancia…

No hay comentarios: