martes, 8 de octubre de 2013

Bosquejo del universitario

Antes en el instituto, ahora en la urbe de hormonas descontroladas que es la universidad, el vergel de libertad y libertinaje que ofrece un campus, un aula universitaria. Las posibilidades exuberantes de hacer prácticamente lo que quieras y cuando quieras sin que apenas nadie te diga lo que debe ser tu comportamiento. El lugar donde desatar no solo las mentes, sino el espíritu y, en muchos casos, el cuerpo, sin mencionar los comportamientos no solo penados, sino moralmente reprobables.

Es curioso ver cómo donde reside la mayor cantidad de indolentes vitales, esos a los que no les importa nada, salvo dónde están las discotecas y el precio del alcohol, o el próximo vídeo-juego que saldrá, o la parte que no les incumbe de la vida de otros; es también el lugar donde se gesta una de las esferas sociales con más idealistas y revolucionarios. Donde el fuego y la pasión juveniles se mezclan agolpadamente con el conocimiento, con la sabiduría de los que antaño vivieron algo no muy distinto a nosotros (al menos intelectualmente). Y el resultado puede llegar a ser un tormento de mítines de supuestos comunistas que se han leído los libros de Stalin, recitales de poesía, grafitis con el emblema de la anarquía (siempre con el típico "3 mses jntos Chuli t kieroh" al lado), contenedores quemados y gente con un coma etílico a las dos de la madrugada un viernes noche, y hasta los martes.

Sé que parece un panorama algo grotesco y poco esperanzador socialmente, pero por ahí es por donde creo que se empieza. No todos tenemos la misma forma de expresar nuestra frustración. No todos escriben artículos como Ricky o poemas como Brani. No todos organizan un grupo musical para ir propagando sus ideas, u organizan recitales de poesía, y por supuesto no todos tienen la suerte de tener acceso a algún medio, ya sea escrito o de radiodifusión, por no hablar del televisado. También es verdad que el típico personaje que pasa de todo y que no le importa lo mas mínimo, sobre todo porque no lo entiende, lo que haga y diga Wert es cada vez mas prolífico. Y es que a la hora de la verdad, no todos son capaces de tirar el cóctel molotov que incendie la hoguera de la rebeldía social, pero en lo que unos pocos lo hacen, no tardan en unírseles los tímidos de la segunda fila. Será en ese momento en el que los que pasen de todo, verán cómo de cerca les atañe el asunto y no faltarán manos que tener en el hombro. Lamentablemente, acabara habiendo cócteles molotov reales y no metafóricos, y gente quemada.

Ahora, bien es sabido que recortando en educación hay menos gente que pueda rodearse de este ambiente tan propicio para el florecimiento y el desarrollo de mentes e ideales. Y más sabido es aún, que son muy pocas las personas que sin un beneficio a corto o medio plazo son capaces de sentarse a leer, por poner un ejemplo, a Nietzsche. Entonces, sin ese gran impulso que son nuestros profesores a la hora de apretarnos un poco las tuercas, seguiremos en la inopia, en ese limbo iletrado en el que la moral y los conceptos nos son impuestos y no los descubrimos y experimentamos. Es más, tan paupérrimo se ha vuelto el asunto, que ni siquiera los que quieren aprender tienen acceso a los medios gratuitos y considerados básicos para cualquier civilización "desarrollada" (ese adjetivo que tan orgásmica reacción les provoca a nuestros políticos "desarrollados"...). Por decir algo, hasta hace unos pocos días, varias bibliotecas permanecían cerradas desde mitad de verano. Ya no hablamos de acceder a unos conocimientos que alguien te brinda, se trata de acceder a simples libros. Esta depauperizacion de los servicios vitales para el desarrollo de una educación correcta y necesaria, no solo hace más precarios los conocimientos y acceso a ellos a cualquiera que le apetezca consultar o acceder a ellos por mero interés intelectual, o necesidad; sino que también provoca un desgaste inevitable en las personas que tienen que enseñarnos, a nosotros crisálidas ávidas de conocimiento, y facilitarnos el aprendizaje. Y ya solo no nos encontramos contra el poco el poco interés de los que no sabemos, sino del poco interés en enseñar por los que saben, ya sea porque sus esfuerzos no se compensan, o porque ya es demasiado trabajo o, simplemente, porque han perdido la fe.

No insto a una rebeldía armada, ni mucho menos. Si te entra la duda, o las ganas de hacerlo, solo hay que pararse a pensar cuantos estados han llegado a alguna parte con un derrocamiento violento del poder establecido. Ninguno. Ninguno ha hecho algo grande aparte de guerras. A veces un gran paso en esa rebeldía es darte cuenta de las cosas, en ser consciente, en saber, en el conocimiento. Y los políticos, que viven de saber por dónde cortar, los que lo hacen, que no todos serán malos, saben que cercenando nuestra paciencia y nuestros conocimientos, no es necesario siquiera una movilización de anti-disturbios. Ni siquiera hay que decir mentiras, solo con no decirnos las cosas, con conseguir que cada vez sea mas difícil saber del mundo, en vez de quedarte en casa viendo la tele tan tranquilamente viendo Intereconomía, un mundial, unas olimpiadas, unas armas que no existen en países que no deberían interesarnos, el trabajo está hecho.

Todos tenemos nuestros momentos en los que estamos hasta las narices y pasamos de todo, y ni queremos ver el telediario, ni ver el periódico, ni leer los boletines de la universidad, ni queremos oír hablar de la crisis o de política. Porque es tan tedioso que es más sencillo hacer que te suene lejano, que eso no va contigo, desconectar. Desconectar es tan placentero... es lo que todos intentan hacer, desde leyendo un libro, hasta beber en soledad. Es lo que todos hacemos en algún momento, a algunos nos dura mucho, a otros poco, algunos lo tienen para toda la vida. Pero la cuestión es que hay que despertar. Solo con no dejar que nos quiten lo que es nuestro la batalla está ganada, porque necesitamos aprender que ésta no es la única manera de hacer las cosas, que no solo hay un camino, que hay más cartas sobre la mesa, solo que hay que saber buscarlas y tener la voluntad para ello. Hay que saber de dónde se viene, para saber a dónde se va, y mucho más para saber dónde estás pisando en este momento.

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